Distrito 14 | Foro Los Juegos del Hambre
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.


Foro de discusión sobre la trilogía de Suzanne Collins Los Juegos del Hambre
 
ÍndiceÍndice  BlogBlog  GaleríaGalería  Últimas imágenesÚltimas imágenes  BuscarBuscar  RegistrarseRegistrarse  ConectarseConectarse  


Bienvenidos al primer foro en español de la saga Los Juegos del Hambre, escrita por Suzanne Collins. En este foro encontrareis todo lo que necesiteis sobre la saga, su escritora y sus personajes, asi como juegos y concursos de todo tipo.


Administradoras: RustyPrincess  y Liquirizia Licorice
Moderadores: Lady Buttercup, Leah, MK Ultra, Poison Noise y Sinsajo.12
Diseño: RustyPrincess
Fecha de Creación: 13 de enero de 2010
MIEMBROS: + 500
URL: www.juegosdelhambre.foroes.org



"Me rindo, preciosa. Limítate a responder las preguntas e intenta que el público no vea lo mucho que lo desprecias."
Haymitch (LJDH)
Photobucket
Photobucket


MusicPlaylist
Music Playlist at MixPod.com




AFILIADOS


    

 

 Invierno [FIC]

Ir abajo 
3 participantes
AutorMensaje
sorey
Consigues escaparte de los profesionales tras robarles comida, quedais 15 tributos
sorey


Mensajes : 552
Fecha de inscripción : 06/05/2012
Edad : 30
Localización : En el mar

Invierno [FIC] Empty
MensajeTema: Invierno [FIC]   Invierno [FIC] EmptyMar Ago 07, 2012 11:44 am

Antes de que comencéis a leer, muchas gracias por pasaros por el tema ( Embarassed ) y aclarar desde el primer momento que, aunque esto sea un fan fic de la saga Canción de Hielo y Fuego, los personajes que uso NO aparecen en ella, son propios, intentando que algunas familias concuerden con las casas de la saga, pero sin entrar en las importantes, como los Stark, Lannister, etc. También decir que la historia que procedo a contar está sin ubicar, aunque es anterior a la saga en cuestión (es decir, anterior a los libros pero sin situarla en un año en concreto por no meterme en mil follones con la historia de los siete reinos). Decir que sólo leí el primer libro de la saga, así que perdón si los lugares o algunas partes de la historia son incorrectos, trato de documentarme un poco sin llegar a hacerme spoiler como puedo para poder escribir. Precisamente porque no quería hacerme spoiler decidí hacerla con mis propios personajes.

Espero que no me crucifiquéis si me equivoco demasiado respecto a los señores de las grandes casas, a los que trataré de dejar de lado para evitar errores (es decir, por ejemplo, si pongo que gobierna un Stark en Invernalia que lleva años muerto respecto al rey Targaryen, que no me lo tengáis mucho en cuenta, no sé mucho de la historia pasada T_T). Intentaré, de todos modos, evitar mencionar a las casas importantes si puedo evitarlo.

La cuelgo aquí porque sé que habrá alguno que haya visto la serie o leído los libros y porque tengo confianza con la gente de por aquí. Aviso ya de que será una historia larga y, seguramente, de publicación lenta, ya que quiero tomarme mi tiempo en narrar bien todos los detalles. Está escrita para entretenimiento, sin ánimo de lucro y para ir practicando escritura, que nunca está de más.

La puede leer cualquiera que no esté familiarizado con la saga, ya que NO CONTENDRÁ SPOILER de ningún tipo, así como yo os pido a los que la llevéis más avanzada que yo que tampoco me spoileéis a mí Razz

Dicho esto, os dejo aquí el prólogo y espero que os guste ^^.


HE DECIDIDO EMPEZAR A PUBLICARLA EN UN BLOG, ASÍ QUE A LO MEJOR DEJO ESTO UN POCO ABANDONADO!! SI VEO QUE A ALGUIEN LE INTERESA VOLVERÉ A COLGARLA POR AQUÍ!!


PRÓLOGO
El final del invierno estaba cerca, Luke lo presentía. Los días, poco a poco, iban prolongándose, cada vez había menos noche. A sus ocho años de edad, sólo recordaba invierno a pesar de haber nacido en verano. Apoyado en el alféizar de la ventana de su habitación contemplaba cómo las nubes avanzaban hacia el norte bajo el cielo azul de la mañana. Desplazó su mirada hacia el bosque que rodeaba todo Bosquespeso, donde pinos, robles, olmos y tantos otros árboles dominaban el terreno. Era fácil perderse por allí, incluso para aventureros experimentados y algunos de los habitantes. Luke siempre había querido entrar y probar que podía orientarse en cualquier parte, pero su padre nunca le había dejado.

Alguien abrió la puerta de la habitación. Se volvió y vio a su padre, Rodrin Glover, señor de Bosquespeso, un hombre de mediana edad, robusto, cabellos oscuros, largos hasta los codos, ya que había jurado no volver a cortárselos jamás tras la muerte de su esposa y madre de Luke, Derial, que murió dándole a luz. Luke se apartó de la ventana, se irguió como le habían enseñado desde pequeño, con las manos a la espalda, y miró a su padre con sus grandes ojos azules mientras esperaba a que éste hablase, lo cual sabía que podía tardar un poco.

Rodrin lo examinó de arriba abajo con un brillo de orgullo y amor paternal en sus ojos marrones. Muchas veces, el señor de Bosquespeso se quedaba sumido en sus pensamientos mientras observaba a Luke, reconociendo lo mucho que se parecía a su difunta madre y lo mucho que la echaba de menos. Siempre había querido a sus hijos, pero cuando Derial murió, los amaba con más locura todavía, a Luke y a su hermana mayor, Mina. No había tenido valor para volverse a casar.

-Deberías estar en el patio, practicando con la espada –dijo finalmente transcurridos unos minutos; su voz todavía conservaba un tono juvenil, ya que lord Glover todavía no había cumplido los treinta y cinco.

-Pesa mucho, cada día el maestro de armas me hace practicar hasta que me duelen los brazos, y cada día me despierto y me duelen más –protestó Luke.

-Tan sólo es una espada de madera, no sé qué dirás cuando empuñes una de verdad –respondió su padre con una media sonrisa-. Vamos, ¿acaso quieres que los hombres se rían de ti porque tu hermana es mejor empuñando un arma? Te aseguro que, cuando crezcas, eso será más humillante todavía.

Rodrin había dado en el clavo. Su hermana Mina, por mucho que su septa se empeñase en hacerla toda una dama, cuando lograba escaparse de su constante vigilancia, cogía una espada de madera y se ponía a practicar. A sus trece años era bastante buena. Muchos niños ya se reían de Luke porque su hermana era mejor que él, pero muchas veces era él quien también se reía de ellos, porque cuando su hermana retaba a alguno de ellos a un duelo, nunca había ningún niño capaz de derribarla. Luke se esforzaba porque quería ser el primero en hacerlo.

-Si practico mucho –murmuró finalmente-, ¿me dejarás explorar el bosque?

La expresión de su padre se tornó seria. Luke sabía la respuesta antes de que la pronunciara, pero debía intentarlo de todos modos.

-¡Por favor! –suplicó-. Me aprenderé cada centímetro del bosque, nunca me perderé, sabré llegar siempre a casa, ¡lo prometo!

Su padre, con gran afecto y ternura, puso su cálida mano sobre la cabeza de Luke y revolvió sus oscuros cabellos. Le sonrió con pesar.

-No es solo cuestión de orientación, Luke –le dijo-. Acechan muchos peligros en el bosque.

-¿Como las brujas de las que me hablaba la abuela?

Su padre sonrió. Su madre, la abuela paterna de Luke, lo había cuidado durante los primeros años de su infancia hasta que los años terminaron llevándosela. Siempre contaba historias a su hijo antes de irse a dormir, y siempre las escuchaba con pasmosa atención. Rodrin tenía que repetirle varias veces que algunas de aquellas historias no eran reales.

-Las brujas no existen, Luke –le dio un par de palmaditas en el hombro-. Prepárate y ve al patio. Ser Marcen está esperándote.

Luke asintió, pero cuando salió su padre volvió a encaramarse a la ventana para observar por última vez el bosque. Su abuela siempre le había dicho que era hogar de brujas viejas y feas, de cabellos grises y negros, enmarañados y sucios, con verrugas en las manos, y en la cara, que tenían muy mal carácter y que devoraban niños. Cuando Luke hablaba con Mina sobre las brujas, su hermana siempre decía que, si existían, su septa debía de ser una de ellas. Ninguno de los dos niños la soportaba y muchas veces compartían burlas en secreto. Suspirando, finalmente se preparó y bajó al patio donde, como había dicho su padre, el maestro de armas estaba esperándole.

No era que odiase a Ser Marcen, el hombre siempre lo había tratado bien, pero sus prácticas eran muy duras y siempre acababa dolorido y magullado, pero sobretodo muy cansado. Estaba recuperando fuerzas sentado en las escaleras del patio, disfrutado de la ligera brisa que soplaba y le aliviaba los calores del ejercicio, cuando un grupo de niños se le acercó. Eran tres. Orren, el mayor, de diez años, pelirrojo, flacucho y pecoso, siempre se burlaba de él cuando tenía ocasión. Zac y Brandon, gemelos, morenos y un año mayores que Luke, eran sus compinches. Los tres siempre iban haciendo trastadas allá donde iban. Luke no los soportaba.

-Vaya, pero si es Lady Lucy tomando el fresco –se burló Orren-. Seguro que tanto bordar la ha dejado exhausta.

Los hermanos rieron la burla de Orren, mientras que Luke apretó los puños y calló. Eso pareció no sentarle bien al niño pelirrojo.

-¿Qué pasa, Lady Lucy? ¿Un cuervo te picó la lengua?

-Cierra el pico, Orren –replicó finalmente Luke, cayendo en su trampa.

-Oh, fijaos, la niñita sabe hablar –volvió a burlarse.

Los tres niños se reían, y Luke apretaba los dientes y lamentaba no tener su espada de madera a mano. Aun dolorido, seguro que podría darles unos cuantos palos, pero estaba seguro de que no le dejarían llegar a la sala de armas. De repente, se le ocurrió una forma de devolverle la burla a Orren. Aunque no pudiese llegar a la sala de armas sin que los tres niños lo interceptasen, Luke seguía siendo muy rápido, y el bosque no estaba lejos.

-Dime, Orren –comenzó, mientras se levantaba y se ponía al pie de los escalones-, ¿cómo es que nunca vienes a burlarte cuando estoy empuñando mi espada? ¿Es que tienes miedo de que te atice como tu padre?

Vio el odio y la ira en los ojos del niño y supo que había acertado. Tras dedicarle una sonrisa de lo más burlona, echó a correr hacia la puerta de la muralla, que estaba abierta. Los tres niños salieron a correr detrás de él. Luke oía a Orren gritarles a los otros dos que no lo dejasen escapar, pero él seguía siendo más rápido. En un abrir y cerrar de ojos, y antes de que nadie pudiese impedírselo, Luke ya había atravesado la primera línea de árboles y se había adentrado en el bosque.

No era la primera vez que lo hacía, a veces paseaba un poco por el borde del bosque, procurando no adentrarse demasiado y siempre sin perder de vista las murallas de Bosquespeso, pero aquella vez se olvidó de todo aquello, repitiéndose a sí mismo que sería capaz de encontrar el camino de vuelta.

Corrió hacia el interior del bosque hasta que dejó de oír las maldiciones de los tres niños. De hecho, cuando se detuvo y recuperó el aliento, se dio cuenta de que no escuchaba nada de nada, ni el trino de un pájaro, ni a una ardilla trepando por el árbol, nada. Miró a su alrededor, árboles y árboles, y entonces comprendió por qué era tan fácil perderse por aquel bosque. Los árboles se parecían mucho entre ellos, tanto que Luke dudaba de por dónde había venido. El suelo, cubierto de nieve, crujía bajo sus botas de piel mientras buscaba el camino de vuelta. No sabía si avanzaba por la dirección adecuada, pero siempre había tenido buen instinto, así que confió en sí mismo. Cuando volviese, le demostraría a todos, incluso a su padre, que era capaz de orientarse en el bosque.

Sin embargo, transcurrió un buen rato hasta que Luke se dio cuenta de que no estaba siguiendo el buen camino, así que trató de volver por donde había venido, pero también acabó en un lugar diferente. Negándose a admitir que se había perdido, Luke siguió caminando. Tarde o temprano, se dijo, encontraría la salida.

No supo decir cuánto tiempo había pasado, pero finalmente se dejó caer a los pies de un gran roble, agotado y muerto de hambre. No sabía cuánto se había aventurado en la arboleda, si estaba en el mismo centro o al lado de la muralla y la espesura de los árboles no se la dejaba ver. Tal vez la hubiese tenido al lado en algún momento y, al no verla, haber marchado en dirección opuesta. La angustia lo invadió. Las hojas de los árboles se mecieron bajo el susurro del viento, la primera vez que Luke lo oía desde que se había adentrado en el bosque.

Y entonces la vio. Se encontraba de pie, junto a un olmo de corteza tan gris como sus ojos. Sus cabellos, completamente blancos a excepción de unos pocos mechones rojos, le caían en bucles sobre la espalda. Su piel blanca resplandecía con la luz, incrementada también por el fino vestido blanco que llevaba. A pesar de sólo llevar ese sencillo vestido, parecía no tener frío. Hasta Luke pensó que era una locura, ya que él, ahora que se había detenido, comenzaba a tiritar, pues no traía capa alguna consigo. Sin embargo, la dama estaba allí de pie, tan serena que parecía que la tranquilidad emanase de ella, tanto que Luke comenzó a calmarse. La sonrisa que lucía en su blanquecino y bello rostro podría calmar hasta a una yegua inquieta.

-¿Te has perdido, chico? –le preguntó con una voz tan dulce que Luke pensó que hasta la de su misma abuela parecía áspera en comparación.

-Sí…

La dama se acercó y se acuclilló frente a él. Parecía brillar con luz propia. “Seguro que es el espíritu del bosque” se dijo Luke. “Seguro que está aquí para llevarme a casa”.

-Te ayudaré a encontrar el camino –le dijo mientras le tendía una delicada mano-. Pero seguro que tienes hambre, así que, ¿qué te parece si primero comemos algo?

Luke no sabía cómo era la sonrisa de una madre, pero estaba seguro que debía de parecerse mucho a la suya. Tomó su mano sin pensar. Estaba fría, pero también caliente, era una sensación difícil de describir, pero le gustaba. La dama lo guió a través de árboles y árboles. El niño se dijo que debía de ser la personificación del bosque, porque parecía saber perfectamente a dónde iba, al contrario que él.

-¿Cómo te llamas, chico?

-Mi nombre es Luke Glover, hijo de Rodrin –respondió con orgullo pero con vergüenza a la vez, como si fuese la primera vez que se presentara ante alguien.

La dama le dedicó una cálida sonrisa mientras continuaba avanzando. Luke esperó unos minutos a que ella le dijese el suyo, pero no ocurrió.

-Te he dicho mi nombre –murmuró con timidez-, ¿podrías decirme el tuyo?

Se reprendió a sí mismo por su falta de modales. Tutear a una dama no era propio de un caballero, de un hombre que se preciase. Sin embargo, a la desconocida parecía no importarle en absoluto.

-¿Cómo crees que me llamo? –le preguntó ella siguiendo el camino invisible por el que caminaban.

Aquella pregunta desorientó a Luke.

-No lo sé –respondió, titubeando-. Por eso te lo pregunto.

La dama rió despreocupadamente. Aquel asunto parecía resultarle trivial, mientras que Luke notaba el rubor en sus mejillas y el calor de la vergüenza.

-Dime, así sólo con verme –dijo la chica mientras se giraba hacia él-, ¿cuál es el nombre que te viene a la cabeza?

Luke se detuvo para contemplarla. Sus ojos recorrieron toda su persona, desde sus largos y extraños cabellos, pasando por sus ojos, nariz respingona y labios carnosos y rojos, sus senos y su estilizada figura hasta el pie de su vestido, cuyo bajo estaba mojado por la nieve. El blanco era el color que predominaba, como en todo su entorno, todo nevado.

-Nívea –dijo finalmente, no muy convencido.

No obstante, la dama sonrió.

-Entonces Nívea es mi nombre –concluyó.

Siguieron caminando sin que ninguno de los dos pronunciara pregunta alguna. Nívea guió al muchacho durante un rato entre los árboles, preguntándose si se hallaban más cerca del castillo que antes o, simplemente, se estaban alejando de él. Finalmente llegaron a un pequeño claro en el que se alzaba una pequeña cabaña de piedra, de techo de paja y madera, de cuya chimenea salía un hilillo de humo gris. No había ventanas y la puerta era de madera vieja. Nívea la abrió sin apenas dificultad y lo invitó a entrar.

-Hay un poco de liebre hecha sobre las brasas -le dijo-. Procura no quemarte.

Nívea desapareció tras una cortina que daba a otra habitación, seguramente su pequeño dormitorio. Tras servirse un poco del animal y sentándose a la mesa para comer, los curiosos ojos del niño vagaron por la habitación.

Sobre la chimenea había diversos tarros con hierbas, alguna de las cuales explicaría el olor dulzón que llenaba la estancia. Colgaban del techo algunas cabezas de ajo que no sabía de dónde las habría podido sacar la dama. Sobre una manta echada encima de un montón de paja, en un rincón, dormía un gato negro profundamente. Había velas en algunas estanterías, en la mesa, en algún que otro taburete distribuidas por la habitación con tal de tener suficiente luz. Un pequeño espejo colgaba de una de las paredes. Sobre las estanterías se apilaban algunos libros y ramas secas. Junto a él, sobre la mesa, había un caldero cubierto con un trapo para que no entrasen los insectos.

Sintiéndose con más hambre, y en vista de que la liebre se había terminado, Luke se aventuró a echar un vistazo al interior para servirse un poco del guiso en el plato de madera. Esperaba encontrar en él algo de carne en el caldo, quizá el resto de la liebre, pero el corazón se le heló cuando vio que la única carne que contenía era la de unos cuantos dedos humanos.

Sintió de nuevo los latidos de su corazón, pero acelerados, de animal asustado. Sus ojos recorrieron nuevamente la estancia, nerviosos, aterrorizados. Lo que al principio pensó que eran ramas secas, en realidad eran manos humanas con la carne tan reseca que se marcaban los huesos. Lo que dormía junto al rincón no era un gato negro, era una cabeza con el pelo enmarañado, la piel gris y los ojos ciegos, sin vida. Lo que colgaba del techo no eran cabezas de ajo, eran orejas. Le entraron náuseas, el terror invadió todo su cuerpo, supo que tenía que irse de allí. Pero antes de que su cuerpo pudiese reaccionar, oyó chasquidos detrás de él. Se dio la vuelta, lentamente, temiendo lo que pudiese encontrar.

La que antes había sido Nívea chasqueaba sus dedos de forma grotesca. Las pulcras uñas que Luke había visto momentos antes en el bosque se habían transformado en garras propias de un animal. La piel blanquecina de la muchacha se había tornado gris, cadavérica, y de su boca salían dos hileras de dientes largos y bien afilados, todos ellos iguales. No había nada de bello en aquella Nívea.

La criatura se le acercó, a pesar de la corta distancia que ya los separaba, y mientras se perdía en aquellos ojos, antes grises, que se habían tornado del color de la sangre, Luke tuvo la certeza de que nunca más volvería a casa.


Última edición por sorey el Jue Ago 16, 2012 9:08 am, editado 1 vez
Volver arriba Ir abajo
Bibi Lannister
Encuentras agua y comida, solo quedais 18 tributos
Bibi Lannister


Mensajes : 434
Fecha de inscripción : 19/10/2011
Edad : 25
Localización : Con mi rubio natural llamado Jace♥

Invierno [FIC] Empty
MensajeTema: Re: Invierno [FIC]   Invierno [FIC] EmptyMiér Ago 08, 2012 3:30 am

Primer en comentar *¬*
Guau que pasada.Mina me recuerda a Arya Razz
Bueno,espero que sigas escribiendo porque la verdad es que escribes genial y el fic te engancha desde el primer momento,ya sabía yo que la tal Nívea no era la clase de chcia que quieres como amiga e______e
Gracias por compartir~*
Volver arriba Ir abajo
sorey
Consigues escaparte de los profesionales tras robarles comida, quedais 15 tributos
sorey


Mensajes : 552
Fecha de inscripción : 06/05/2012
Edad : 30
Localización : En el mar

Invierno [FIC] Empty
MensajeTema: Re: Invierno [FIC]   Invierno [FIC] EmptyJue Ago 09, 2012 4:43 am

Juju gracias n_n. Dejo aquí el primer capítulo. No estoy segura de cuando volveré a colgar, pero espero que no sea muy tarde y que tengáis paciencia conmigo los que os paséis por aquí a leer n_n.


KYRAN

Iba a echar de menos ese calor cuando volviese el invierno. Kyran, a lomos de su caballo, un macho gris castrado, disfrutaba de los rayos del sol bañándole el rostro. Llevaba los cabellos, de un rubio rojizo, no demasiado largos, peinados hacia atrás, y una cuidada barba del mismo color. Su cuerpo había conocido la batalla más de una vez, pues Kyran Hill se ganaba la vida como mercenario. Era un hombre musculoso pero delgado, de espaldas no muy anchas. A sus veinticinco años, su espada estaba a la altura de la de cualquier caballero, tal vez incluso por encima de la de alguno, y desde muy pequeño se había visto obligado a pelear para sobrevivir en las calles de Lannisport, ya que su apellido de bastardo no estaba demasiado bien visto en la ciudad.

Kyran viajaba hacia el norte por el Camino Real en busca de algún trabajo con el que ganarse algo de comida y, tal vez, un techo bajo el que dormir por una noche. Hacía un día que había partido desde Desembarco del Rey, donde había realizado un par de trabajos para algunos anónimos señores, por lo que su viaje apenas había comenzado. Llevaba en el cinto su espada, de empuñadura de cuero, sin adornos lujosos. Escondido en su bota derecha, llevaba su estilete. No necesitaba más armas.

Le sorprendió encontrar problemas tan pronto en el Camino. Llegó hasta él el ruido del acero, y apenas un minuto después, el de las risas. Espoleó a su caballo mientras se llevaba la mano a la empuñadura de la espada. Tras una curva del Camino se encontró con un grupo de bandidos, de cinco en total, con las caras cubiertas y ocultos bajo sombreros de ala, saqueando el carro y los cadáveres de dos mercaderes que yacían muertos en el suelo.

No les dio tiempo a advertir su presencia. Cargó contra el más cercano de ellos con su caballo y desenfundó su espada para arremeter contra otro. Un tercero tiró de su capa, desmontándolo del caballo y tirándolo al suelo, pero antes de que el bandido pudiese hundirle la espada lo golpeó en el pecho con ambos pies, provocando también su caída.

Kyran se movía rápido, tenía el cuerpo delgado, aunque musculoso, bien adaptado a ese tipo de peleas. Todos sus movimientos eran veloces, al tiempo que letales. Mató a uno, y luego a otro, uno intentó atacarle por la espalda pero se topó con la espada del mercenario. Cuando el movimiento cesó y Kyran pudo recuperar el aliento, se dio cuenta de que contaba cuatro muertos, no cinco. Faltaba uno.

De nuevo en guardia, espada en alto y controlando su respiración, Kyran miró a su alrededor. Sus botas de piel hacían el menor ruido posible sobre las piedras del Camino al caminar por él. Sigiloso, se acercó al carro de los mercaderes. Una vasta tela de esparto cubría las cajas que transportaban, pero Kyran se fijó en que había espacio de sobra para una persona ahí dentro. Contuvo la respiración y apartó la tela de golpe, preparado para hundir su espada en las tripas del bastardo que le faltaba.

Nada.

Kyran maldijo por lo bajo al encontrar únicamente la mercancía. El asno que tiraba del carro movía la cabeza, inquieto, y cerca del Camino las hojas de los árboles susurraban amigablemente. Kyran no oía más que su propia respiración.

Examinó los cadáveres de los otros cuatro, dio un puntapié a uno de ellos y se agachó para recoger las bolsas de monedas que acababan de robar a los mercaderes. Se las colgó del cinto, ya que ellos ya no las iban a necesitar, pero a él bien podían proporcionarle una comida caliente y un lecho en el que dormir.

Volvió hacia su caballo, que prudentemente se había alejado de la pelea, pero mientras se preparaba para volver a montar, puso los ojos en blanco y se maldijo a sí mismo por haber sido tan estúpido. Volvió al carro, por la parte trasera, se agachó y tiró de dos pies que asomaban por debajo.

El bandido se revolvió y resistió, pero Kyran era más fuerte y logró sacarlo de debajo de la carreta. Lo reconoció como el que le había tirado antes del caballo, el joven al que había propinado tal patada en el pecho que lo había dejado tirado en el suelo durante unos minutos y que, al parecer, después se había apresurado a esconderse.

-Has sido listo, chico –gruñó Kyran mientras luchaba por darle la vuelta-. Pero no lo suficiente.

Cuando finalmente el bandido quedó bocarriba Kyran se quedó quieto por la sorpresa que le supuso ver unos largos cabellos negros y el rostro adulzado de una mujer, que había quedado al descubierto con el forcejeo. Se quedó mirando los ojos azules de la muchacha durante unos segundos en los que el tiempo pareció dejar de existir. Después, ella aprovechó su ventaja, le propinó un puntapié y se arrastró lo más lejos que pudo de él mientras trataba de levantarse.

Kyran, a quien el repentino cambio de sexo del bandido lo había pillado por sorpresa, reaccionó deprisa y se lanzó encima de la mujer, que quedó atrapada bajo su peso. Aunque Kyran fuera un hombre delgado, seguía pesando más que ella. Nuevamente, la puso bocarriba y esta vez se aseguró de tenerla bien inmovilizada, tanto de manos como de piernas. La muchacha pronto se dio cuenta de lo inútil que resultaba su forcejeo, así que cesó en su empeño.

-¿No sabéis que no se pega a una mujer? –escupió con rabia la muchacha.

-He de reconocer que estoy impresionado –admitió el mercenario con el rostro apenas a un palmo del de la chica, ignorando su comentario-. No todos los días se ve a una mujer bandido.

-¡No iba con ellos! –protestó la mujer-. ¡Me raptaron de mi hogar hace tres días!

-¿Pretendéis que me crea eso? ¡Me habéis tirado del caballo!

-¡No fui yo!

-Creo que puedo reconocer al más pequeño de los cinco en cuanto lo veo, mujer –replicó Kyran-. ¿No os enseñaron en vuestra casa a no decir mentiras?

-Me enseñaron que un hombre jamás alza la mano contra una mujer.

-Y yo no lo hice, lo que se alzaron fueron mis pies.

-Pues vuestros pies harían bien en alzarse de nuevo, me estáis aplastando.

Kyran se levantó, tirando de las manos de la mujer para incorporarla también. Antes de que pudiese volver a intentar escapar, el mercenario desenrolló hábilmente la cuerda que llevaba y le ató las manos a la espalda.

-Os equivocáis conmigo, Ser –la chica se removió, indignada.

-Y vos conmigo, no soy Ser.

-Y no me extraña, no jugáis nada limpio.

-Vos tampoco.

Levantó a la fuerza a la chica. A lo sumo debía tener unos dieciocho o diecinueve años, calculó. Su cuerpo era delgado, la ropa de hombre que llevaba le estaba grande, dando la sensación de que ocultaban un cuerpo enclenque, pero su rostro era fiero y dulce a la vez, como una niña obligada a crecer a la fuerza. Los cabellos negros y rizados le caían hasta la cintura, su piel era más blanca que la suya, y sus labios carnosos dibujaban una sonrisa burlona cuando Kyran la hizo avanzar hacia el caballo y la ayudó a montar.

-Vaya, paseo en poni, ¿a dónde vamos? –preguntó.

Kyran tomó las riendas y caminó al lado del caballo.

-Os llevaré a Harrenhal, a ver qué destino dispone lord Lothston para vos. Estamos cerca de sus tierras.

-¿Y qué sacáis vos de llevarme allí? No se ofrece nada por mi cabeza.

-Algo sacaré. ¿Cuál es vuestro nombre? –preguntó Kyran-. Tal vez sí que ofrezcan algo y no lo sepáis todavía.

-Lo dudo, siempre he sido muy buena –replicó la otra.

-Me tirasteis del caballo, ¿os parece eso bueno?

-¡No fui yo!

-¡No sabéis mentir! ¿Cuál es vuestro nombre? –Kyran estaba comenzando a perder la paciencia.

-Brenda Valhorn.

-Mentís. Vuestro nombre.

-¡No miento!

-¿Pretendéis que os crea? ¡Pero si negáis que me tirasteis cuando os vi hacerlo claramente!

-¡Os golpeasteis la cabeza! ¡No fui yo!

Kyran puso los ojos en blanco. Resultaba agotador discutir con ella. El mercenario estaba seguro de que mentía, tanto en lo del caballo, que era evidente, como en su nombre. Decidió desistir por el momento y seguir el Camino hasta que la noche llegase a ellos.

No tardó en anochecer, pero Kyran y la bandida no se detuvieron. Era fácil caer en una emboscada si acampaban junto al Camino, así que siguieron durante un trecho más, hasta que vieron emerger ante ellos un nuevo bosque y se adentraron un poco en la espesura. Encontraron un pequeño claro que les serviría para pasar la noche. Kyran ató a la chica a uno de los árboles y fue en busca de leña para hacer un fuego.

Procuraba no alejarse demasiado, ya que no se fiaba mucho de su nueva compañera de viaje. La sabía capaz de cortarse las cuerdas y salir corriendo, llevándose a su caballo con ella, por eso estaba pendiente de cualquier ruido que le alertase de la huída de su prisionera. Sin embargo, cuando regresó con leña suficiente y un conejo para la cena, ella seguía allí, con el semblante aburrido.

-¿No os habéis divertido ya bastante? Creo que ahora me toca a mí ataros a vos.

-Más quisierais –replicó Kyran mientras encendía el fuego lo más cerca posible del árbol de la chica. Sería un mercenario, pero sabía bien lo que era una noche a la intemperie.

-¿Vais a decirme como os llamáis?

-Vos todavía no me lo habéis dicho –respondió él.

-Me llamo Brenda Valhorn.

-El nombre de verdad.

-¡Es el de verdad! –protestó la chica nuevamente.

-En ese caso, ¿cómo se llamaban vuestros padres?

Kyran alzó la vista justo a tiempo para ver a la chica apretar los labios con fuerza y sonrió. Despellejó al conejo con destreza y lo puso al fuego para que se cocinase mientras le daba tiempo a la chica para que le dijese su verdadero nombre. Cuando volvió a mirarla, se sorprendió al ver que miraba sin ver hacia el lado opuesto a donde estaba él, sumida en sus pensamientos, con un rastro de tristeza en su expresión. Kyran suspiró. Se sentó al lado de la chica y soltó sus ataduras. Ella lo miró con asombro mientras se frotaba las doloridas muñecas.

-A ver, empecemos de nuevo –dijo Kyran, esta vez de forma más suave-. ¿Cuál es vuestro nombre?

-Vais a entregarme a lord Lothston –respondió ella mirando al fuego-, ¿qué os importa cómo me llame?

-Tengo que ganarme la vida –el mercenario se encogió de hombros.

-Vi como cogíais el oro de los cuerpos, con eso tendréis para comer y dormir durante un mes, ¿me tomáis por tonta?

-Ese mes puede convertirse en dos meses –respondió él con indiferencia.

-Entonces, ¿qué es lo que os diferencia eso de los bandidos a los que habéis matado? –preguntó-. Ellos también querían comer.

-A costa de la vida de otras personas.

-Y vos también, a costa de la de ellos.

Por primera vez, Kyran no supo qué contestar. Vendía su acero al que mejor le pagara, muchas veces sin hacer preguntas y sin pensarse dos veces cambiar de bando si le ofrecían más dinero todavía. No supo ver lo honorable de todo aquello, la diferencia entre lo que él hacía y lo que los bandidos hacían. Durante todos aquellos años había acallado aquella pregunta repitiéndose a sí mismo que era un bastardo, no había honor ni tan siquiera en su concepción, pero allí mismo supo que ella lo había pillado, y también supo que ella lo sabía. Suspiró.

-Mi nombre es Kyran Hill –comenzó, mirando al fuego como hacía su compañera-. Mi madre era Marianne Darren, mi padre, no lo sé. Crecí siendo un bastardo en las calles de Lannisport. No toleran demasiado a los bastardos en esa ciudad, así que no lo tuve muy fácil, y mucho menos cuando mi madre murió, dejándome solo.

-Tuvisteis que aprender a defenderos –continuó ella-. A ganaros la vida de alguna forma.

-Así es.

Se miraron durante unos instantes. Sus ojos recorrieron el rostro de la mujer, aquel rostro que se había vuelto más adulto a la luz del fuego. Una maraña de rizos negros lo enmarcaba de forma tan natural que parecía sacada de un sueño, pues tal era su belleza. Adivinó lo que sus ojos azules verían en él. Su cabello rubio, la delgadez de su rostro, aquella vieja cicatriz que comenzaba en su mejilla derecha y terminaba en la mandíbula, en el trozo donde se solía recortar la barba. Y sus ojos, claro. Esos ojos verdes con destellos de hilo dorado que rebelaban el guardado secreto de su origen. Todos decían que eran ojos de Lannister.

-Mi nombre… -comenzó la chica mirando al fuego nuevamente-. Mi nombre es Mina Glover. Mi padre era lord Rodrin Glover, antiguo señor de Bosquespeso. Mi madre Derial Glover, murió dando a luz a mi hermano Luke…

-Estáis muy lejos de casa –fue lo único que el mercenario fue capaz de decir, asombrado por el origen noble de su prisionera. La tristeza surcó el rostro de Mina y enseguida Kyran se arrepintió de haber dicho nada-. Oh, lo siento, no pretendía…

-Mi hermano Luke murió hace cinco años, al final del último invierno –prosiguió-. Se adentró en el bosque y nunca más volvió a salir. Después de aquello, mi padre cayó en desgracia. Yo me veía obligada a atender sus asuntos mientras él lloraba a mi hermano. Yo también quería llorarle, le quería mucho –la voz de Mina se quebró-. Pero no podía, no podía porque mi padre necesitaba que yo me encargase de Bosquespeso por él. Nunca había vuelto a ser el mismo desde que murió mi madre. La muerte de Luke fue…

Hizo una pausa. Kyran se dio cuenta de que la chica luchaba con todas sus fuerzas para retener las lágrimas que amenazaban con salir. Se estaba arrepintiendo de haberla forzado a sacar el tema, pero ahora Mina parecía incapaz de parar.

-Mi padre murió medio año después –continuó finalmente-. La tristeza acabó con él. Y yo me encontré con que de repente tenía que enfrentarme a Alfred Glover, el hermano menor de mi padre, su legítimo sucesor en vista de que Luke no estaba para sustituirle. Yo no quería dejar Bosquespeso en manos de mi tío. Nunca se llevó bien con mi padre. En cuanto me opuse a dejarle entrar, mis propios hombres me traicionaron. Abrieron las puertas al hermano de mi padre y en un abrir y cerrar de ojos lo tuve delante de mí, en mi habitación, acusándome de traición a la sangre de mi padre y condenándome a morir al día siguiente en la horca.

Los ojos de Mina brillaron con la luz del fuego. Kyran no se atrevía a volver a interrumpirla.

-Protesté, claro. Me mantuve firme. Dije que yo era tan sangre de mi padre como mi hermano Luke o, por los dioses, incluso como mi tío. Tenía tanto derecho a gobernar Bosquespeso como él. Por supuesto, ninguno de los hombres estaba dispuesto a contradecirle. Alfred Glover ordenó que se me encerrara en mi propia habitación hasta la hora de mi ejecución. Creo que no hace falta decir que logré escapar.

Kyran asintió en silencio mientras se rascaba la barba distraído. Bosquespeso estaba muy al norte, una fortaleza rodeada de árboles y mar. Sin duda, el hermano de Mina tenía mucho bosque donde perderse. Sintió lástima por ella, pero no demasiada. Mientras ella había crecido sin que le faltara nada, él había luchado por su propia vida en las calles. No estaba seguro de hasta qué punto llegaba su compasión, pero estaba convencido de que no podía entregarla a lord Lothston.

-¿Por qué estabais con los bandidos? –preguntó.

-Las chicas también comemos, ¿sabéis?

-Me extraña que os dejaran uniros así porque sí.

-Digamos que poseo ciertas habilidades -Kyran la miró y enarcó una ceja-. ¡No ese tipo de habilidades!

Ambos rieron y la tensión que había en el ambiente se esfumó. Al poco rato, mientras comían el conejo, bromeaban y se lanzaban pullas como si fuesen conocidos de toda la vida. Kyran se arrepentía de haberla juzgado mal. Como él, Mina también buscaba una forma de sobrevivir.

-He de deciros que viajo al norte –Kyran la miró a los ojos-. En el sur se ha vuelto muy difícil encontrar un buen encargo bien pagado, así que me dirijo hacia allí. Si queréis, podéis acompañarme hasta que encontréis un trabajo con el que podáis pagaros algo de comer. Será mejor que si viajáis sola o en compañías menos adecuadas.

Esta vez fue ella quien enarcó una ceja.

-¿Quién dice que vuestra compañía es adecuada?

-Yo lo digo.

-¿Y cómo puedo saberlo?

-Deberéis confiar en mí –Kyran se encogió de hombros y esbozó una sonrisa.

-Hace apenas unas horas pretendíais llevarme a Harrenhal –contestó Mina-. ¿Cómo puedo confiar en vos?

-Yo soy un bastardo sin hogar y vos habéis sido arrancada del vuestro –respondió el mercenario-. ¿No nos hace eso algo más iguales?

Por primera vez en todo el día y toda la noche, Mina sonrió de forma sincera y relajada.

-Antes de aceptar vuestra oferta he de confesaros una cosa.

-¿El qué?

-Fui yo quien os tiró del caballo.

Las risas inundaron el claro. Kyran se sintió vivo por primera vez en mucho tiempo. Se reía, se reía con ganas. La risa era algo que le había sonado siempre hueco, como impuesto por un protocolo para quedar bien ante sus jefes. Había recorrido el sur de palmo a palmo y había conocido a mucha gente, pero nunca, se dijo, nunca había conocido a alguien con la frescura que emanaba aquella chica.
Volver arriba Ir abajo
Raquel
Haces tu entrevista con Ceasar
Raquel


Mensajes : 160
Fecha de inscripción : 10/08/2011
Edad : 26
Localización : con Peeta, Jace, Jack, Daniel, Will, Jem, Patch...

Invierno [FIC] Empty
MensajeTema: Re: Invierno [FIC]   Invierno [FIC] EmptyJue Ago 09, 2012 5:50 am

Kyran me recuerda mucho a Jon Nieve.
Me gusta mucho la historia, me gusta tu manera de escribir. Espero que no tardes mucho en colgar el siguiente capítulo Smile

Volver arriba Ir abajo
sorey
Consigues escaparte de los profesionales tras robarles comida, quedais 15 tributos
sorey


Mensajes : 552
Fecha de inscripción : 06/05/2012
Edad : 30
Localización : En el mar

Invierno [FIC] Empty
MensajeTema: Re: Invierno [FIC]   Invierno [FIC] EmptyJue Ago 09, 2012 8:02 am

Kyran en lo único que se parece a Jon es en que es bastardo y nada más XDD. Es más rubio (estilo el pelo de Jaime pero un poco más rizado), más alto y varios años más mayor (creo que puse 25). Kyran no es tan noble como lo es Jon, es un poco más al estilo Bronn, pero si pasarse.

Gracias por leer, sé que cuelgo trozos largos y a veces leer en el ordena se hace un poco tostón u_u. Pero agradezco el sacrificio XD.

El siguiente capítulo no sé cuando lo colgaré, quiero tomarme mi tiempo para pensar en los detalles, pero seguramente lo haga más corto que este, con lo que tengo en mente.
Volver arriba Ir abajo
sorey
Consigues escaparte de los profesionales tras robarles comida, quedais 15 tributos
sorey


Mensajes : 552
Fecha de inscripción : 06/05/2012
Edad : 30
Localización : En el mar

Invierno [FIC] Empty
MensajeTema: Re: Invierno [FIC]   Invierno [FIC] EmptyDom Ago 12, 2012 11:13 pm

Perdón por tardar en poner este, es que he tenido un finde movidito XDD. Es cortito pero no hace falta explicar más de momento...

BRINNA
Las gentes de Qarth iban y venían por la abarrotada calle sin reparar en la muchacha que se hallaba asomada a una ventana de los muchos edificios de la vía. Sus largos cabellos rojos caían despreocupados cuan largos eran. Brinna no los había cortado nunca, por lo que su longitud era considerable. Recorrió una última vez todo lo que rodeaba su ventana con sus ojos de color esmeralda hasta que por fin se saciaron y volvió a dentro.

La que hasta entonces había sido su compañera fiel y mejor amiga, Enza, acababa de entrar en la habitación pobremente amueblada al estilo de Oriente. Recogió como pudo sus cabellos para que sus pies no se enredasen con ellos y fue a sentarse al destartalado diván. Enza se sentó a su lado. Ambas vestían de forma tan pobre como amueblada estaba la casa. Habían llegado a Qarth hacía unos años, y aunque su fortuna había mejorado un tanto desde entonces, no podía decirse que nadaran en la abundancia. Sin necesidad de una petición no formulada por parte de Brinna, Enza comenzó a trenzar sus rojizos cabellos.

-¿Trajiste la ropa? –preguntó Brinna con una voz suave y dulce, parecida a la de una niña. La muchacha apenas tendría dieciséis años.

-Tuve que robarla, pero sí, la conseguí –respondió Enza, unos años mayor que ella. Llevaba su pelo castaño recogido en una sencilla coleta, pero aun así gotas de sudor perlaban su frente-. No tienes por qué irte.

-Sí tengo por qué –replicó la pelirroja-. Te he explicado por qué muchas veces.

-Porque se acerca el invierno, sí –Enza terminó con la primera trenza y comenzó con la segunda-. No sé qué se te ha perdido a ti en el dichoso invierno.

-El fuego debe ir –respondió la otra con sencillez.

Enza puso los ojos en blanco y continuó trenzándole el cabello. Recogió las cuatro trenzas en un apretado moño, reduciendo así los largos cabellos de la muchacha a un sencillo peinado fácil de ocultar.

-Podrías llevarme contigo –dijo finalmente.

-Un invierno como este acabaría contigo, Enza –respondió Brinna-. Y los dioses bien saben que no quiero que te pase nada.

Habían tenido aquella conversación muchas veces, todas ellas con la misma respuesta por parte de Brinna. Aquello no hacía sino acentuar el dolor de la inminente despedida. Enza la contempló mientras se desnudaba y dejaba toda su pálida piel al descubierto, tan fuera de lugar en aquel caluroso clima que chocaba, y mientras Brinna se vestía con las ropas de hombre que ella misma le había traído, supo que había llegado el momento en que perdería a su amiga para siempre.

La pelirroja cubrió sus cabellos con un sombrero de ala que habían encontrado unos días antes. Enza contempló el efecto que creaba su conjunto. Cualquiera que la viera pensaría que era un joven mozo imberbe.

-Eres muy guapo, marinero –bromeó Enza.

Ambas compartieron una alegre risa que ocultaba la amargura de la despedida. Se abrazaron y salieron a la calle. Disfrutaron de la última vez que recorrerían las callejuelas de Qarth juntas. La gente que las miraba pensaría que eran un mozo y su amante, bastante más mayor que él, pero aquello no las importaba. Cuando llegaron al puerto, sintieron que todos los años que habían pasado juntas no eran suficientes.

-¿Tienes miedo? –le preguntó Enza.

Brinna negó con la cabeza.

-El fuego no tiene miedo –respondió.

Enza la miró con ternura. Había cuidado de ella desde que era apenas una niña. A la antigua Brinna le resultaría aterradora una vida sin ella, pero la nueva Brinna sabía que era lo que tenía que hacer, que su destino estaba escrito desde el día en que nació, y gracias al calor que le proporcionaba su fuego, no sentía miedo.

-No será lo mismo sin ti –le susurró Enza.

Ambas se sonrieron tristemente. Enza la abrazó y depositó un beso en los labios de su compañera, de su mejor amiga. Brinna comprendió que no podía esperar más. Dándole la espalda, se acercó al muelle. Cuando estuvo segura de que nadie más que Enza la observaba, se encaramó con la agilidad de un gato callejero a uno de los barcos y corrió a ocultarse bajo la cubierta. Viajar de polizón era peligroso, pero Enza estaba segura de que a ella no le pasaría nada. Era Brinna, sabía cómo sobrevivir.

Horas más tarde, escondida entre diversos barriles en lo más hondo de la bodega del barco, Brinna sintió cómo este se ponía en marcha y se alejaba del puerto, de su vida, de su amiga, rumbo a un lugar totalmente desconocido para ella, la tierra de los Siete Reinos.
Volver arriba Ir abajo
sorey
Consigues escaparte de los profesionales tras robarles comida, quedais 15 tributos
sorey


Mensajes : 552
Fecha de inscripción : 06/05/2012
Edad : 30
Localización : En el mar

Invierno [FIC] Empty
MensajeTema: Re: Invierno [FIC]   Invierno [FIC] EmptyJue Ago 16, 2012 9:08 am

HE DECIDIDO EMPEZAR A PUBLICARLA EN UN BLOG, ASÍ QUE A LO MEJOR DEJO ESTO UN POCO ABANDONADO!! SI VEO QUE A ALGUIEN LE INTERESA VOLVERÉ A COLGARLA POR AQUÍ!!
Volver arriba Ir abajo
Bibi Lannister
Encuentras agua y comida, solo quedais 18 tributos
Bibi Lannister


Mensajes : 434
Fecha de inscripción : 19/10/2011
Edad : 25
Localización : Con mi rubio natural llamado Jace♥

Invierno [FIC] Empty
MensajeTema: Re: Invierno [FIC]   Invierno [FIC] EmptyDom Sep 30, 2012 7:01 am

Hombre a mi me gustaría que no me dejaras a dos velas xDDDDDDDDDDDDDDD
pero vamos,si quieres pásame tu blog por tuenti y así te lo visito,como quieras
Volver arriba Ir abajo
Contenido patrocinado





Invierno [FIC] Empty
MensajeTema: Re: Invierno [FIC]   Invierno [FIC] Empty

Volver arriba Ir abajo
 
Invierno [FIC]
Volver arriba 
Página 1 de 1.

Permisos de este foro:No puedes responder a temas en este foro.
Distrito 14 | Foro Los Juegos del Hambre :: La Arena :: El cuaderno de Madge-
Cambiar a: