6. Capítulo
Subimos al ascensor los dos juntos, aunque no éramos los únicos que habíamos cogido ese mismo ascensor. Junto a nosotros se encontraban otros tres tributos más, una de ellas era Tefita, quien no le quita ojo a Jack, parecía que lo está comiéndolo con ellos. Jack, le sigue la corriente y le sonríe ampliamente, ¿es que nos hemos vuelto locos o qué? Cuando se ha visto a uno flirteando con sus enemigos.
El otro era el compañero de está, un muchacho moreno que me sacaba una cabeza, y viendo su rígida postura me atrevía a decir que no se sentía muy cómodo por el descarado flirteo de estos dos. Por lo menos no era la única.
Y el último era un muchacho de pelo castaño y unos ojos maliciosos que me estaban calificando como adversaria. Le devolví mí mirada más fiera con la intención de intimidarlo y hacerlo apartar la mirada. Me lo retuvo, casi podría decir que saltaban chispas a nuestro alrededor. No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero finalmente se rió y me ofreció la mano, al parecer había aprobado su examen.
- Soy Lagart, del distrito 10, y tú debes ser Diana, la del 7- me dijo mientras recorría mi cuerpo-. Bonito vestido, chica espinosa, estas... de muerte- dijo con una sonrisa traviesa en los labios.
Ignoré su mano, no quería hacerme amiga de un futuro muerto. Además, Lagart emanaba una peligrosidad que me hacía creer que a la mínima sería capaz de clavarme una daga en la espalda. Vale, lo admito, yo también sería capaz de hacerlo en un momento dado, pero prefiero no tener a alguien peligroso al lado, a menos que sea para matarlo.
- Si, no está nada mal- le contesté secamente.
Las puertas se abrieron, estábamos en nuestro piso. Cogía a Jack, quien estaba hablando con Tefita. Esa chica era peligrosa, lo notaba, pero el pobre no tenía el don de distinguir el depredador de la presa, eso sería su fin.
- Nos vemos mañana en los entrenamientos, chica espinosa- me saludo Lagart riéndose silenciosamente, no parecía importarle que no le hubiese dado la mano. – Que tengas dulces sueños conmigo
- En ese caso serían pesadillas, no dulces sueños, ¿no crees? – dije antes de que las puertas se cerrasen ante sus narices.
Me volví hacía Jack nada más cerrarse la puerta.
- No te diré lo que tienes que hacer o no Jack, pero sí que te recomiendo que tengas cuidado con quien flirtees porque en la arena llegará el momento en el que será o ella o tú- le dije.
- Te agradezco tu consejo, pero no es necesario. Sé que no tengo posibilidades de vida con todos ustedes alrededor. Así pues, ¿por qué no aprovechar la vida que me quede mientras pueda?
- No es así Jack. Siempre hay una posibilidad, por pequeña que se - dije tocando mi pulsera-. Pero si te apegas a alguien, ¿qué escogerías si tu corazón ha sido capturado? ¿Tu vida o la suya?- mi voz estaba teñida de un dolor apenas enmascarado.
- ¿Es eso lo que sucedió? ¿Escogiste tu vida en vez de la de él o fue él quien escogió la tuya antes de la de suya?- me preguntó a su vez.
Aparté la mirada de él y me enfoqué en recuerdos nada agradables.
- Nunca nadie aprisionará de nuevo mi corazón, duele demasiado- mi brazo voló hacia mi pecho.
No espere que dijese nada, antes de darle la oportunidad de indagar en mi tenebroso pasado me di la vuelta en dirección a mi nuevo cuarto sin mirar atrás. Con un único pensamiento, “el amor te hace débil, Diana, no te permitas que te vuelva a atrapar, pues el dolor siempre es peor que la anterior”.
Mi habitación, o debería decir mi prisión se veía grandioso, una jaula de oro en toda regla. Todo lo que había en él era de primera categoría, algo que nadie del distrito podría conseguir jamás a menos que fuese a los juegos y ganase. Sería grandioso darles una habitación así a mis hermanas, fijo que les encantarían. Me permití el recuerdo de sus inocentes y sinceras sonrisas que siempre me dirigían nada más verme entrar en la sala o lo brillantes que se les ponían los ojos siempre que me veían con mi hacha echando abajo árboles. Eran la mejor medicina para la cicatrización de mi herida, todo en ellas eran un bálsamo para mi dolor, con un solo recuerdo habían hecho más fácil conllevar la tristeza que acarreaba. Me quité mi vestido y me puse una camiseta negra de tirantes y unas ajustadas mayas, negras también, en conjunto de mis negras botas.
Pronto vino Bicky anunciando el comienzo del desfile en la televisión y como supuse una del las caras que más salió fui yo. Era la chica rodeada de peligrosas espinas, la que parecía un peligroso árbol que no tenía miedo de nada ni de nadie, en especial no de las zarzas puntiagudas y con aspecto de poder dañar a cualquiera que se acercara a mí.
Todo esto fue comentado por los comentaristas de siempre, y no sabéis cuanto me alegré cuando el himno dio finalizado el desfile.
- Bien- dijo Bicky volviéndose hacia nosotros desde el sofá que compartía con nosotros-, mañana empezarán las practicas y debemos pensar lo que vais a hacer y lo que no. Tú Diana,- su mirada se concentró en mi- mantente lo más alejado que puedas de las hachas, espadas y dagas y aprende a manejar el arco y la lucha cuerpo a cuerpo, nunca se sabe si llegaran a desarmarte, y también a hacer trampas y camuflarte o cosas por el estilo, que te ayuden si estas herida a sobrevivir. Y tú Jack, -su mirada se traslado de mía a Jack- Aprende todo lo que puedas en el manejo de las armas y lucha, en la arena debes tener alguna orientación sobre como atacar a tus oponentes.- cuando termino su discurso se dio cuenta de algo- ¡A mierda!- maldijo, cosa que revolvió a Clare incomoda en su asiento.
- Esa lengua- le dijo.
- Una cosa chicos, ¿entrenareis juntos o por separado?- nos preguntó Bicky haciéndole caso omiso a Clare.
- Prefiero ir por solitaria, no me gusta el trabajo en equipo- dije-. No te molesta, ¿no?- le dije a Jack.
- No, suponía que dirías eso, no me has pillado por sorpresa- su cara era inexpresiva, no podría saber hasta qué punto le pudo haber dolido aquello.
- Bien, entonces todo decidido- dijo Bicky consciente de la tensión-. Será mejor que durmáis un poco, mañana será un día muy duro para vosotros. Así pues, ¡a la cama todo el mundo!
Clare fue la primera en abandonar la sala seguida por Jack y por mí. En ningún momento del recorrido me dirigió la palabra, ni siquiera me miró. ¿Le habrían dolido mis palabras? Mejor, el odio era un sentimiento bueno para la lucha. Entonces… ¿por qué me sentía tan mal?
Índice 
Blog 
