Nota de la autora:
Esta historia trata de una especie de relación Peeta-Gale que se me ocurrió mientras lo releía. Hasta he hecho un dibujo (dejo sondeo si queréis verlo o no. No me gustaría recibir críticas ni traumar a nadie con su fealdad).
Bueno, (joder, ni Pale ni Geeta suenan bien) en este fic (al menos no en el Prólogo), no hay nada de sexo, aunque si diversos spoilers de Sinsajo, por lo que deberíais de ser algo precavidos los que no habéis leído el susodicho libro.
Os explicaré un poco. Snow estaba juguetón el día que se puso a trastear en la mentecilla de Peeta y... Metió recuerdos... ¿Como podría definirlos?... Extraños (si, esa es la palabra) sobre Gale. Snow, al igual que yo, en la historia que tenía Peeta en esa cabecilla suya, encontró el lado homosexual. Peeta ya sabía como eran los bosques cuando se pintara en el puesto de camuflaje (¿Que haría Peeta en los bosques?) a Gale el pan le saliera barato, Peeta durante un tiempo, mientras Gale está inconsciente, cuidaba de él... Estaba en bandeja. Y le apeteció tener telenovela por un rato.
Bueno, este fic es una historia paralela a Sinsajo, en la que habla de la relación "oculta" de Gale y Peeta.
Espero que os guste^^
PD: Os recomendaría escuchar mientras léeis Drowning Lessons, de My Chemical Romance, ya que si solo léeis (bastante lento, todo sea dicho)mientras el cantante canta, os cuadra bien y a un ritmo de lectura que hace que te enteres bien de todo, evitando relecturas en partes difíciles de pillar.
PRÓLOGO: RECUERDOS.
Simplemente me quedo, temblando, mirando el gris techo. Tampoco es que tenga demasiadas opciones más, ya que estoy atado de pies y manos. Todo es confuso, y me da la impresión de que es mejor así, porque cuando el embotamiento del veneno desaparezca todo será aún peor.
Me miro a las manos, atadas de las muñecas por cuero reluciente marrón y hebillas. Dedos algo rechonchos, algunos pelos rubios. Cardenales morados.
Creo que ya he visto suficiente.
Entonces, los recuerdos vuelven, en una mortífera nube de cenizas.
Una niña regordeta, de pelo rubio amarillento, alegre, admira como una versión más joven y cuidada de las manos ya mencionadas elabora bonitos y coloridos animales con tizas en el suelo.
Una voz cantando, de un hombre, olor a pan recién hecho.
Pero, sobre todo, una piel aceitunada, con algunas cicatrices, pelo largo negro, ojos grises y luminosos. Un cuerpo delgado. Adiestrado en los bosques. Dedos hábiles. Y recuerdo que nunca le había dicho nada. Nada de que le seguía en los bosques, ni de que le miraba a lo lejos al salir del colegio.
No le había dicho nada a Gale Hawthorne.
Y, otro recuerdo, ahora más oscuro, inunda mi mente. Una chica. Un arco. Una flecha. Un montón de mentiras. Por ambas partes. Demasiadas. Muto, amante, amiga, vencedora, cazadora, asesina, sinsajo…
Se suponía que me quería.
Y yo a ella.
Pero…
No todo el lo que parece ser. Aunque no es excusa alguna. No podía traicionarme. No así. No mientras yo confiaba en ella. No si yo confiaba en él.
Recuerdos, más recuerdos.
Recuerdo un puñado de bayas negras. Un ramo de flores, su mirada perdida en la nada, buscando las palabras con las que asesinarme. Como un puñal. Me acuerdo de cómo lloré aquel día. Un saludo de cabeza, inexpresivo. Y un apretón de manos con el que intentaba… ¿Consolarme? Ni idea. Sea lo que sea, el tiro le salió por la culata.
Y otro más. Largo y apabullante, que me hace temblar.
La veo, arrastrándose, entre unos cubos de basura. Vi como mi madre le gritó. Quemé el dichoso pan. Y noté el golpe en la mejilla. Fuerte, seco. Y oía la sangre palpitar. Arrastré los pies, apenas calzados con unas pantuflas demasiado grandes por el lodo. Mientras, mi madre, por variar, estaba gritando algo que no recuerdo. Y le di el dichoso pan mientras mi madre no miraba. Y se fue sin dar las gracias.
Al día siguiente, la miré a los ojos, como pidiéndole que se agradeciera, pero ella no hizo ni caso. Se agachó, recogió algo del suelo y se fue corriendo.
Recuerdo mi pincel perfilando todos y cada uno de mis terrores. Ella se hallaba en la mayoría de mis cuadros. Recuerdo unos lobos, agua, monos, niebla, un reloj, charlajos, y, sobre todo, un montón de fuegos artificiales entremezclados con mortíferas explosiones de luz.
Todo gracias a la chica en llamas.
Gracias a los trágicos amantes.
Gracias a nosotros.
A la chica en llamas, al sinsajo, al muto, a la amante, la amiga, la vencedora…
Todo gracias, más bien por la culpa de Katniss Everdeen.