— Mi nombre es Cashmere, y me ofrezco como tributo –Hubo un silencio, un silencio bastante habitual que toda mi vida acostumbré a oír, cuando una joven del distrito uno se ofrece como tributo todos los años.
Espero ser recibida como una reina, cuando gane estos juegos, no hay mucha competencia, “todo será tan fácil” Recuerdo a Moss, éste se ofreció como tributo pocos minutos después de mí, sólo a veces lo saludaba cuando íbamos a entrenar, pero siempre fue una persona irrelevante en mi vida hasta que lo obligaron a ofrecerse como tributo. Es alto, grande, fortachón, un mastodonte, me puedo proteger con ayuda de él y con mucha facilidad, su cabello marrón brilla ante la luz, ambos del distrito uno y entrenados para matar, los demás tributos no son buenos, son torpes, miedosos, y tampoco son muy ágiles que digamos, ni siquiera los del distrito dos, esto es pan comido. Me meto dentro del ascensor que parece de plástico, me acomodo el pelo rubio frente al vidrio y me despido con una sonrisa de mi pobre estilista, comienza la cuenta regresiva y voy ascendiendo. Gloss, mi hermano y mentor me aconsejó unirme con los del distrito dos y cuatro, los otros profesionales, pero pienso que son inútiles. Los del distrito dos no son confiables y son maleducados, Quil y Marine del cuatro, son un poco más sofisticados, pero son torpes, apenas y puedo confiar en Moss, mi compañero de distrito.
— Escucha, Cashmere, recuerda que debes pensar en aliarte, sino puede que mueras más rápido –Me dijo en un momento cuando estábamos en el centro de entrenamiento.
— No quiero, prefiero sólo la ayuda de Moss y listo –Le dije.
— ¿Y qué pasará si Moss recibe una apuñalada en la espalda y tú, qué harás, sin protección?
— Puedo valerme por mi misma ¡no soy inútil Gloss!
— Bueno, pero creo que en algún momento necesitarás de la ayuda de algún otro tributo, los del distrito tres son bastante hábiles inventando cosas y trampas.
— Como en todos los años son sólo buenos en eso, seguro los de este año morirán en alguna de sus mismas trampas o sino serán asesinados cuando construyan alguna ¡son muy parsimoniosos!
— Los del siete son buenos con las armas.
— La chica me cae mal.
— ¡Cashmere deja esa actitud! Para ganar los Juegos del Hambre necesité de la ayuda de algunos tributos, a veces no se pueden hacer las cosas sin ayuda.
Luego del griterío de Gloss, observé mi competencia de reojo, los del distrito tres como siempre con sus artefactos raros, el chico es moreno, su cabello marrón brillante, parecido al de Moss, aparenta unos quince años, su cabello tiene una forma rara pero a la vez atractiva, tenía un aparato extraño y lo manipulaba, su cara expresaba preocupación, la otra lo tomó y comenzó a darle instrucciones, al parecer era algunos años mayor que él. Quil y Marine del cuatro sólo se preocupaban por los tridentes y anzuelos improvisados, no los veo como aliados, son toscos y algo nerviosos, tal vez ellos provoquen su propia muerte. Los del distrito dos me parecen amargados y amenazantes, y Gloss me obligaba a aliarme con ellos ¡ni loca! Esa chica es una judas cualquiera, una negra arrogante, y al chico rubio y frívolo me daba mala espina, es hipócrita y se la pasaba enamorando a otras chicas de los distritos con apenas doce o catorce años, como si fueran a sobrevivir para casarse con el, le dicen Harte o algo así.
Después de pensar tanto en esos pocos segundos, llego a la arena, no quiero abrir los ojos, me imagino un campo hermoso con flores venenosas o algo así como las del Vasallaje anterior, pero sólo siento frío, abro los ojos, no veo nada, todo es oscuridad, es de noche, unos Juegos del Hambre comenzando en la noche ¿qué les pasa a esos idiotas del Capitolio? Suena la cuenta regresiva, al parecer los demás tributos están igual de sorprendidos que yo, me hago la indiferente. Soy la segunda de la medialuna, a mi lado está Laser y la chica antipática del distrito doce, una chiquilla de apenas trece años, me cae mal. Mi ropa es una chaqueta y una malla bastante pegada al cuerpo, recuerdo la Cornucopia, miro a lo lejos, ésta a la luz de la noche no parece de oro, tiene un color gris opaco, o tal vez negro, está rodeada a la izquierda y derecha de antorchas prendidas en fuego, observo dos armas que nunca había visto en los Juegos del Hambre ¡parece una metralleta! ¿Una Cornucopia que no es de oro, más armas de fuego? Algo le sucede a Snow.
Suena ese despreciable sonido sordo indicando el inicio, salgo de mi estupor y todos corren, yo hago lo mismo, siento que la grama verde está llena de rocío, y cada vez que me acerco a la Cornucopia comienzo a ver más la arena, es una jungla, ¡qué aburrido! Lo único que brilla es la Cornucopia con sus antorchas. Soy la octava o novena en llegar a la Cornucopia en busca de armas y provisiones, para mi fortuna Moss fue uno de los primeros, todos se apuñan frente a la mesa y apenas logro agarrar un cuchillo y un hacha, alguien toma el arma extraña y colgada, pero es destruida inmediatamente cuando dos tributos forcejean con ella, me echo hacia atrás, empuño el hacha y me volteo en busca a quien matar, estoy apunto de arremeter contra la pequeña del doce cuando una de las antorchas cae encima de un tributo, el del once, todos quedan atontados mientras que lo ven correr y como se consume en el fuego, la arpía del dos aprovecha la situación y le mete un cuchillada en la espalda a Moss, judas como dije, Moss grita y toma una botella que no había visto, ésta es verde y tiene una vela adentro, la estrella contra la cabeza de su atacante y su cabello se prende en fuego. Comienza una batalla cuerpo a cuerpo arma a arma entre los tributos dispersos un poco más allá de la Cornucopia, tomo una provisión, me alejo de la mesa en busca de una víctima, el chico del distrito siete sale de súbito dando vueltas y corriendo mientras su brazo está incendiándose, una flecha sale disparada y le da en el tórax, matándolo, fue la del doce, lanza otra flecha hacia mi cara, me agacho empuño el cuchillo y me le acerco, que estaba al otro lado de la mesa, pero me detengo. Una llamarada de fue pasa justo por mi cara, como lanzada de un lanzallamas, me lanzo al piso y veo como el chico del distrito seis tiene el arma, esa arma rara, era un lanzallamas, era marrón y tenía una mecha justo en la punta, funcionaba a gas.
El chico del distrito seis empieza a girar sin parar, obligando a los tributos al lanzarse al suelo como yo, alguien debe detenerlo, me levanto, otra llamarada casi me quema la cara y siento que me arde la nariz, me le lanzo y le clavo el puñal en la pierna, cae, tomo el cuchillo y le destruyo la cara y la nariz con mi cuchillo. Está muerto, con eso basta, ahora debo buscar la forma de como salir de ese círculo de fuego, observo arrodillada como dos tributos incendiados corren siendo perseguidos por otros, uno cae y es pateado y golpeado hasta morir por otros tres, el del distrito dos lanza a la chica del once al piso y le raja el cuello, me mira buscando seducirme entre el fuego, me levanto y corro, siguiendo el camino que no está incendiado, los del cinco se encuentran justo frente a mi jadeando y heridos, la chica tiene una lanza e intenta lanzármela, dos cuchillos salen súbitamente del fuego a mi lado y se clavan en los dos hombros de ambos, saco el hacha y se la propino justo en el pecho a la chica, me desentiendo del joven del cinco, que está apunto de morir por las quemaduras severas. Le doy vuelta al círculo de llamas, el chico moreno del tres tomó las botellas verdes y comienza a tirarlas aleatoriamente, dos chicos se matan el uno al otro, corro en busca de la salida, en pocos minutos todo se había convertido en una orgía de sangre, fuego y gritos espeluznantes.
Salgo del círculo llameante, que ahora era una especie de rombo, observo como algunos tributos todavía perecen en llamas, me percato de algo, la Cornucopia está incendiada, es increíble. Temo a que explote y corro hacia un poco lejos, dicho y hecho la Cornucopia explota, pero sólo una parte y por ende sigue incendiada. Pasan algunos minutos y empiezan a sonar cada gong por cada tributo muerto, llego hasta cinco cuando una mano ejerce presión frente a mi boca, le muerdo la mano, la persona me sigue arrastrando y nos adentramos a la jungla, no me doy cuenta de quien es hasta que lo veo gracias a la luz de la luna, es el arrogante y cariñoso Moss.
— ¡Moss! ¡Al fin te encuentro idiota! –Grito
— Shh –Me dice mientras que me levanta y me dirige hacia una pequeña cuesta, caminamos un poco y llegamos hasta un parte de la jungla que no está cubierta por árboles, milagrosamente, recuerdo que se acabaron los gongs.
— ¡Eh, los tributos! ¿Los contaste? ¿Sabes cuántos murieron?
— He contando doce.
Doce tributos muertos en el baño se sangre, imposible, la mitad de todos murió en las llamas del Capitolio ¡Sabía que eran débiles!
— Son demasiados sólo para el baño de sangre –Le comento.
— Lo mismo digo –Me responde.
Una luz en la oscuridad de la noche me interrumpe, miro al cielo y mágicamente aparecen las fotos de los tributos muertos. Comienza con la chica del distrito dos, que mató Moss, la chica del tres, los dos del cinco, el chico del seis, los dos del distrito siete, la chica del distrito ocho, el hombre del nueve, los dos del once, y por último el chico del distrito doce.
Me percato de algo, las caras de los jóvenes muertos sólo salen al final del día, no deberían estar saliendo ahora, no, no ahora. Tal vez fue un error, pero según el Capitolio ellos no tienen errores, algo están tramando, quieren confundirnos, es lo más seguro.
— ¿Por qué salen ahora las imágenes de los infelices? Suelen salir de noche –Digo.
— Pues si te fijas es de noche –Me dice de lo más tranquilo.
— ¡No me refiero a eso! Me refiero a que salen al final del día.
— Si, tienes razón, tal vez estén planeando algo.
— ¿Para donde vamos, Moss?
— Para el encuentro con nuestros aliados –Me detengo y lo suelto de la mano.
— ¡Te dije que no tuviéramos aliados, tal vez nos maten, es de noche, apenas podemos ver nuestras propias caras al hablar!
— No creo que nos maten.
— Pues si dices eso, entonces son débiles.
— No Cashmere no lo son, y son confiables, te lo aseguro…
— ¿Cómo lo sabes? –Digo enfadada buscando el hacha que cogí en la Cornucopia, pero recuerdo que se la dejé clavada en el pecho a la chica del cinco.
— Ash, como quieras… Ya casi llegamos.
A regañadientes llego al lugar, están tres tributos sentados en círculo, dos chicas y un chico, distingo a Marine del cuatro, que es delatada por su cabello rubio, su blancura inminente y sus pecas, y a su lado está el alto de Quil. A la otra no la distingo y empuño mi cuchillo. La luz de la luna alumbra nuestras caras.
— Aquí está Cashmere. Cashmere, ellos son Marine y Quil, ella es… -Lo interrumpo.
— Ella es la del distrito doce, intentó matarme en la arena –Digo, con los ojos clavados en cada movimiento que ella haga.
— Bueno, eso fue en la arena, aquí no hará nada –Me dice Moss.
— ¡No lo creo! –Grito.
— Ava es de confiar, lo comprobé hoy mismo –Dice Moss.
— ¿Ava? –Pregunto.
— Mi nombre es Ava, soy del distrito doce y tengo trece años –Interviene ella.
— Escúchame, novata, no he olvidado que intentaste matarme hace poco, y no dudaré en matarte si lo amerito, así que por favor mantente discreta y no intervengas en lo que hago –Le digo, enfadada, ella sólo se queda callada, en su cabello tiene una trenza y no es muy larga, tiene la piel blanca, como casi todos los tributos de ese distrito, blancos y de cabello oscuro.
— ¡Dejen de pelear, esto es ridículo! –Protesta Marine, y se levanta enojada, se sacude el cabello rubio que brilla a la luz de la luna y comienza a respirar varias veces para calmar su “furia”.
— Algo me dice que debemos buscar comida… -Comenta Quil, y sonríe, me quedo prendada un rato observándolo, tiene sonrisa de modelo en un comercial, Marine también era bastante atractiva y por así decirlo sensual, en cambio Quil no era para nada atractivo, era muy delgado, pero era alto, y eso era bueno.
— ¿Cómo están todos? ¿Moss, tu herida? –Pregunto intentando distraerme.
— Cogí un compartimento, en este encontré una pomada, tranquilízate, ahorita me la pongo, el cuchillazo sólo me lastimó la piel –Me responde.
— Los del Capitolio sabían que íbamos a salir lastimados los pocos sobrevivientes de la masacre con el lanzallamas, por lo que veo han tenido un poco de piedad por nosotros –Dice Ava.
— Pues los del Capitolio se jodieron, nosotros no estamos quemados y la herida de Moss fue por un puñal ¡pobres idiotas! –Comento mientras río, cruel. — ¿Quiénes más sobrevivieron aparte de nosotros? Son otros siete que yo sepa.
— Harte, por supuesto, del distrito dos –Me dice Ava, sin mirarme a la cara.
— También están los dos del diez, las chicas del seis y el nueve, el chico del nueve –Dice Quil, haciendo una especie de anzuelo con una liana que arrancó y un gancho que venía con el compartimento de provisiones.
— Está Nash, del distrito tres, en pocos días se volvió muy hábil con las armas, es impresionante –Dice mi compañero de distrito.
— ¿El chicuelo tonto aquel? Pensé que había muerto ya…
— Bueno, basta de charlas, debemos irnos de aquí a buscar comida–Propone Moss.
El resto del “día” caminamos en busca de comida y agua, conseguimos algunos plátanos pero el agua era escasa, caminamos mucho tiempo, calculo unas seis horas, pero me extraña que todavía sea de noche, ni siquiera se ha asomado un mínimo rayo de luz y el hecho de no saber la hora exacta me estresa, estos juegos suelen empezar como a las diez de la mañana más o menos, pero no creo que hayan empezado a esa hora en el juego en sí. La oscuridad era plena y nos sentamos un rato a pelar los plátanos y de idear una forma de cocinarlos de alguna forma desapercibida y concreta, no conseguimos ningún otro tipo de fruta ni tampoco animales, no hay animales, no se oyen búhos ni gritos de monos que se suelen oír en las junglas o las selvas amazónicas, tampoco oímos pájaros, la Cornucopia dejó de arder hace unas dos horas, sólo se puede distinguir el humo que sale de allí, estamos bastante lejos. Tomo el brazo de Moss y lo llevo hacia un árbol.
— ¿Por qué aliarse con la del doce? –Pregunto, mientras que le tomo el brazo con firmeza.
— Es ágil e inteligente, ella y Marine me ayudaron a salir de la Cornucopia debido a mi herida, luego de unos minutos se me pasó y fui a buscarte.
— No creo que sea de confiar.
— ¿Entonces por qué salvarme?
— Seguro es una táctica y luego nos matará a todos mientras durmamos.
— Oh, Cashmere, suenas como una loca. –Ríe —Supón que tu compañero de distrito ha muerto y ves que la alianza de los profesionales se rompe por culpa de Harte, y en plena desesperación ves al del distrito uno herido ¿qué harías? ¿matarle o aliársele? Yo me aliaría.
— Está bien, pero ya te dije que intentó matarme.
— Deja de ser rencorosa, eso lo hizo antes de ver el cadáver de su único aliado y compañero de distrito.
— Como sea, sólo digo que hay que tenerla de lejos ¿qué crees que hagan con la Cornucopia?
— Seguro la reconstruirán.
Llegamos la conclusión de que nos comeríamos los plátanos crudos ¡qué asco! Pero es verdad, Harte es un enemigo fuerte y es el más entrenado de todos los tributos. Pienso en Gloss, debe estar a punto de matarme desde donde esté, y eso por no haberme aliado a Harte, un contrincante tan fuerte, pero el decidió estar solo. Luego de comer los plátanos, quedo algo llena pero asqueada, descansamos un rato y los del cuatro y yo empezamos a construir una especie de carpa hecha con ramas y hojas de palma, todavía no amanece y me doy por vencida, el Capitolio ha programado los horarios y ha hecho que sea siempre de noche, algo astuto, es más fácil asesinar o ser asesinado en la oscuridad. Ideamos un sistema de guardias para la hora de dormir, yo hago la guardia por unas dos horas y luego vendría Moss. No ha sonado ni un solo gong desde que pasó el baño de sangre, los demás tributos siguen vivos.
Comienzo la guardia, no me parece mala idea que yo sea la primera, ya que no tengo sueño. Pienso en que en cualquier momento puede salir Ava o Harte a asesinarme, me estreso un poco pero luego se me pasa. Pienso también en mis padres del distrito uno, que hacen fiestas sólo para verme ganar los Juegos, beben mientras que observen lo que sucede, ofrecen banquetes ante los invitados, también padres de antiguos ganaderos o tributos entrenados muertos que llegaron lejos. Me doy cuenta de que tal vez mi competencia no es tan débil, algunos de ellos son muy fuertes, como Ava, Harte, Marine… etc.
Las dos horas pasas volando, y Moss se despierta como si tuviera un reloj incorporado a su cabeza y se sienta junto a mí.
— Ya puedes ir a descansar ¡estoy listo para reportarme en mi guardia! –Dice él.
— Aún no tengo sueño, creo que no hay problema si me quedo aquí ¿no? –Digo, haciendo una mueca parecida a una sonrisa.
— Oye, recuerda que debes descansar.
— No creo que sea seguro dormir junto a ella, la del doce, esa arpía –Mis puños se cierran fuertemente.
— Ya te dije que no nos hará daño, nuestros tributos aliados son muy confiables, te lo aseguro.
— ¡Es a lo que me refiero Moss! Tú dices que son confiables, yo no…
Hubo un estrépito y alguien salió de la carpa, me alarmo y volteo, es Marine, al parecer no es ninguna amenaza, hasta ahora…
— Ash –dice — ¿Alguno de ustedes ha sacudido la carpa? ¡algo me ha despertado! –Se pone de cuclillas, y se sacude el pelo.
— ¿No habrá sido Quil?
— No, no lo creo, pero de todas formas mejor estemos alerta –Saca tres cuchillos y los ordena minuciosamente en el pasto, después, vuelve hacia la carpa y saca dos espadas, una la tiene para ella y la otra se la da a Moss, me mira y me pica un ojo.
— ¿Y esas espadas? –Pregunto.
— Las sacamos los dos en el baño de sangre, le pedí a Marine que guardara la mía.
“¿Cómo era posible que le cediera su espada a una desconocida?, es muy confianzudo” Pienso. Me levanto, Marine se ofrece a quedarse con Moss en la guardia, les digo que voy a orinar y así hago, me alejo un poco y orino rápidamente, cuando me levanto, veo a lo lejos en unos arbustos como una figura que no alcanzo a distinguir sale de detrás de un árbol, me alarmo y saco mi cuchillo. Doy pasos vacilantes y con lentitud me voy acercando donde la extraña figura se detuvo, estoy con cuchillo en mano. Es la chica del distrito seis.
Rubia, y con el cabello bastante largo, me escondo, ella al parecer está muy nerviosa y le sudan las manos, sólo lleva un cuchillo en las manos, y está alerta por si alguien se le lanza por detrás. Estoy dispuesta a asesinarla, tomo el cuchillo con fuerza, doy un paso y me acerco y… Harte aparece de la nada y se pone justo enfrente a la chica, retrocedo inmediatamente y me pongo en posición de ataque, Harte me pone nerviosa. Harte está bastante cerca de la chica, sus caras están casi pegadas y ella está como idiotizada, él le acaricia el pelo, y ella suspira.
— Tranquila, te dije en el centro de entrenamiento vendría por ti –Le dice mientras le acaricia de nuevo, que patán.
— Harte, yo… -Dice ella, luego Harte le calla los labios con sus dedos, seduciéndola.
— Tranquila… Yo te amo.
Sus labios se ponen bastante cerca, apunto de besarse, me quedo viéndolos, examinando los movimientos de a ambos por si es una jugarreta, justo cuando van a entrelazar sus labios, Harte le quita el cuchillo súbitamente, usa su otra mano para agarrarla por el cuello.
— Harte no… -Suplica ella, una chiquilla de catorce años.
Harte no tiene piedad y le clava el cuchillo justo en el estómago, va subiendo poco a poco sin sacarlo rompiéndole más el tronco, la suelta y cae, suena el gong característico indicando la muerte de la chica, un silencio que se había roto en días. Estoy estupefacta, esa era la técnica de Harte, acabar primero con los cabos sueltos para confundirnos, después acabaría con nosotros no sé como, corro hacia el campamento, por un momento me siento perdida pero luego encuentro la dirección, la imagen de la chica muerta se proyecta en el cielo inmediatamente, ya que es de noche, me distraigo y alguien sale de un arbusto y me choco con ella, empuño mi cuchillo y me levanto, es Quil.
— ¡Eh, estás bien! –Sonríe —Pensamos que habías muerto y vine a buscarte.
— Harte está cerca, debemos huir –Digo.
— Tranquila, Marine y Moss están vigilando el perímetro, apresurémonos al campamento –Me toma de la mano y llegamos al campamento, Ava lo está vigilando y al rato llegan Moss y Marine, alertando que murió alguien y les cuento lo que vi, es mejor irnos.
Caminamos durante un rato en busca de un lugar seguro, lejos de Harte, ascendemos por una pequeña colina, estamos sedientos, no encontramos agua en ninguna parte y tampoco animales comestibles, sólo plátanos y algunos insectos pero al parecer son venenosos. Llegamos a un espacio sin casi árboles, Marine pisa unas hojas en el piso, estas ceden y ella cae en un agujero, Quil, Ava y yo lo hacemos inconscientemente y también caemos en el agujero, caigo encima de Quil y me lastimo, el agujero tiene unos cuatro metros de profundidad. Era una trampa. Por suerte Moss no cayó y se mantiene fuerte parado justo frente a nosotros, el chico del distrito tres aparece, justo al otro lado del agujero, con un arco y una flecha.
— Nash, ¿qué se supone que estás haciendo? –Le dice el.
— Una trampa, ¿qué tal me quedó? –Dice, de lo más tranquilo, sonriendo.
— Hagamos un trato, sácalos de ahí y nos vamos y listo.
— No, no, no, tú no entiendes, necesito aliarme a ustedes, mis trampas no son lo suficiente para mantenerme vivo.
— ¿Qué has hecho todo este tiempo? Se supone que si querías unírtenos debiste haber estado con nosotros desde el comienzo.
— Estuve poniendo un sistema de bombas alrededor de la Cornucopia, aunque no lo crean antes de quemarse y estallar encontré muchas municiones escondidas, bombas, pólvora e inclusive agua y comida ¡Deben aprender a buscar bien!
La propuesta de Nash es tentadora, el y Moss fueron a ver las supuestas municiones, era verdad. Y ahora teníamos un nuevo aliado, me enojé un poco, pero se veía más confiable que Ava o Marine, puso de nuevo la trampa y nos dijo que después el vendría a ver si alguien más cayó para que lo matáramos. Él no quería matar a nadie, por eso no nos mato. Hicimos un banquete con el agua y la comida, luego de un rato de nuevo construimos la carpa ahora un poco más grande, esta vez Ava empezaría la guardia y luego vendría yo, después vendría Nash. En ese pequeño período en que cambiábamos de guardia, charlé un rato con Nash, me dijo que había sido entrenado clandestinamente, pero lo habían entrenado no para matar sino para hacer trampas, se ofreció como tributo el mismo, Nash era el hijo del alcalde de su localidad en el distrito tres.
— ¿Sabes? En el distrito tres me enseñaron a hacer muchas cosas, aunque yo no quería, mi papá me obligaba y por eso estoy aquí, nunca quise venir a acá. –Siento lástima por el, después de que diga eso último, me siento un poco identificada, pero yo si quería venir para acá, para demostrar mi astucia.
No estábamos muy lejos de la trampa puesta por Nash, y se oye un ruido de algo que cae estrepitosamente en el suelo, Nash se alarma y huye, de lejos me dice que despierte a los otros chicos. Todos despiertan rápidamente, menos Marine que se resistía, luego, fuimos a donde la trampa.
— ¡Tengo mucho calor! ¿por qué no hubiésemos dejado que Nash los mate y ya? –Dice Marine, obstinada y todavía dormida.
— Nash me dijo que el trataría de no matar a nadie –Le respondo.
— Que inoportuno… -Dice Ava.
Llegamos a la trampa y Nash está con el arco y la flecha en mano, nos asomamos al agujero y están los del distrito diez, intentando escalar con dos cuchillos cada uno, el chico sale primero, es tan alto como Quil. Quil saca un anzuelo amarrado a una cuerda, fabricado por el mismo, se lo lanza al cuello y se lo hala, este es arrastrado y luego el gancho se desprende y se le puede ver el cuello deshuesado y sangrante, ha muerto. Ava se lanza al agujero y acaba no sé como con la chica y suena el gong indicando la muerte de la pequeña, le ha clavado un cuchillo justo en el corazón.
Luego de que los cuerpos son llevados por el aerodeslizador, llegamos al campamento, todos dormimos menos Moss que le corresponde la guardia. Al despertar, nos levantamos y nos dirigimos hacia el norte, en busca de los otros tres tributos que siguen vivos: Harte, el chico del distrito ocho, y la chica del distrito nueve. Llegamos a un pequeño riachuelo que no habíamos visto, tenía poca agua pero de ahí sacamos un poco, el calor es sofocante y Marine no hace si no quejarse, del calor, esta última con un cuchillo se corta la parte debajo de los senos, donde está el abdomen, queda mostrándolo al aire, los chicos quedan prendados con caras de idiotas, tiene unos senos bastante grandes, no me había dando cuenta, teníamos la misma edad y era más linda que yo, la pelea con los del distrito diez fue tan rápida que ni siquiera estoy conmocionada.
Escuchamos un sonido, miramos hacia más arriba del riachuelo, y allá está Harte, lo reconocemos por el cabello rubio brillante a la luz de la luna, todos corremos en persecución a él y este se da cuenta, corremos pero rápidamente lo perdemos de vista debido a la poca visibilidad presente en la noche y porque la jungla en la que estamos no perdona. Oímos al este un grito aterrador, seguido de otro, y otro, los últimos dos no parecen humanos, suena un gong y se proyecta la cara triste de la chica del distrito nueve, algo la ha matado, y no fue Harte, suenan otros gritos aterradores también inhumanos. Sin darme cuenta hemos llegado a los ocho finalistas del año. Hay un silencio entre mis aliados y yo.
— Propongo que vayamos a ver que fue lo que mató a esa chica –Rompe el silencio Moss.
— ¿Estás loco? Esa chica murió seguro por una bestia o algo así –Digo.
— ¿Tres bestias? –Interviene Quil.
— Tal vez la mató el del distrito ocho –Comenta Marine.
— No creo que el del distrito ocho haya emitido esos gritos escalofriantes –Responde Moss.
— Yo digo también que vayamos –Dice Nash, el muy “aventurero”.
A duras penas me toca irme con ellos a la zona de donde provinieron los gritos, caminamos unas dos horas y todavía no llegamos, el camino se hace muy arduo y me obstino y grito.
— ¡No quiero ir para allá, esto es ridículo!
— Tranquila, Cashmere, sólo iremos a ver que la mató y luego nos iremos –Me tranquiliza Moss, Ava ríe.
— ¿De qué te ríes? –La reto.
— De nada que te importe –Me dice ella.
— Verás Ava yo…
Otro grito inhumano me interrumpo y me coloco pálida, siento que algo o alguien viene a gran velocidad detrás de mi, no reacciono y me quedo inmóvil como una piedra, unas manos ensangrentadas me toman el cuello por detrás.
— ¡Cashmere, cuidado! –Grita Nash, mientras que yo me intento soltar y también grito de terror, Nash agarra una flecha del carcaj, estas tienen pólvora (se la puso el) y la enciende rápidamente con un fósforo, veo que él se la clava al monstruo o lo que sea detrás de mí y este me suelta.
Me volteo, y miro la criatura, es un tributo completamente ensangrentado y parece un zombi, la flecha se enciende en una chispa y la criatura empieza a revolcarse, a correr y retorcerse, hasta que su tórax estalla en pedazos y en una lluvia de sangre, nos acercamos con miedo hacia el zombi muerto, le observo la cara, la reconozco, es la misma cara de la chica del distrito cinco que maté con el hacha. Palidezco de nuevo, les explico a los chicos que yo había matado a esa chica anteriormente, y ellos me preguntan que si estoy segura de que es ella, asiento.
— Es imposible…-Afirma Marine.
— Seguro es una estúpida jugarreta de los del Capitolio –Dice Ava.
— ¿Y si es un muto? Tal vez este año los hicieron diferentes –Interviene Quil, todos nos quedamos pensativos — Podría ser un muto, recuerden que los mutos de cada año suelen ser diferentes.
— Puede ser, Quil, puede ser… -Dice Moss.
Conseguimos donde acampar y Moss se ofrece a hacer la guardia completa de esta noche con ayuda de Nash, duermo plácidamente y al día siguiente todavía no ha amanecido, me despierto sudorosa, el calor es insoportable y ya me he acostumbrado a que sea siempre de noche, tenemos una nueva misión: encontrar a los otros dos tributos y asesinarlos sin piedad, después no me imagino que sucederá, probablemente tengamos una batalla entre todos ya que no hay más tributos que matar y la alianza debe destruirse. Comenzamos a caminar y Nash y Quil nos animan con chistes, no estoy de humor, y sólo sonrío con algunos mientras Marine y Moss ríen a carcajadas.
— ¡Anímate Cashmere! –Me dice Nash — ¡Hay que disfrutar lo poco que nos queda de vida! –Quedo pensativa, era verdad, tal vez nos quedaba poco tiempo, Quil lanza otro chiste y me sonríe, quedo hipnotizada otra vez con su hermosa sonrisa.
Pienso en ese extraño muto-zombi o lo que sea, puede salir otro en cualquier momento en plena oscuridad de la noche, en Gloss, en Ava, que está detrás de mí y puede matarme en cualquier momento, pero ella siempre está callada y analizando todo. Marine está junto a mí, me habla de que extraña a su familia y que le vendría súper bien un banquete ahora mismo, me doy cuenta de que es muy romántica y seductora a la vez, su personalidad es muy extrovertida, es lindo hablar con ella, aunque algunas veces enloqueces con todos lo que dice es agradable. Quil sólo se limita a echar chistes y sonreír, trato de no mirarlo para no distraerme, tiene un efecto que atrae mucho a la gente, recuerdo que en la entrevista fue el que más aplausos y risas del público tuvo, e incluso pienso que de no aliarse a nosotros, pudo haber utilizado su sonrisa como arma para huir y matar, las palabras es un don, su personalidad compacta mucho con la de Nash, carismáticos y chistosos, aunque en apariencia eran totalmente distinto, Nash es pequeño y moreno, Quil alto y muy blanco. Caminamos y vamos cortando las lianas y hojas con cuchillos, el calor cada día es más sofocante y terrible.
Algo estaba matando a los tributos y ya teníamos la sospecha de que podría ser, mientras que Nash lanza otro chiste, de nuevo suena uno de esos sonidos horribles, uno de esos gritos espantosos e inhumanos, luego suena el grito de un mono y de la nada una ola de pájaros canta, pero de forma macabra y aterradora, luego todos se callan, vuelve el silencio de la jungla y al parecer murió un tributo. La cara del chico del distrito ocho aparece, el culpable no fue Harte, no, fueron los posibles mutos. Ya nadie echa chistes, caminamos vacilantes y temerosos con armas en manos, Marine ya no se queja, buscamos en cada rincón, cada tope de árbol, cada escondite, y nada, no está Harte. Luego de unos minutos, Nash interrumpe el silencio:
— ¿Quieren un chiste?
— ¡Nash, es mejor que nos callemos ahora! No creo que… -Varios gritos escalofriantes y suena un gong, el tributo muerto fue Harte, por fin murió.
Ahora todos sabemos lo que hay que hacer, sólo hay seis y somos los de la alianza de profesionales, estábamos en manada y ahora todos nos alejamos dando un salto formando un círculo, Moss y Marine sacan las espadas, Quil comienza a girar el anzuelo, Ava y Nash están con sus flechas, y yo con mi simple cuchillo. La batalla comienza, Quil lanza el anzuelo y le da en el brazo a Ava, que iba a disparar una flecha, esta se zafa, Marine y Moss comienza a pelear con las espadas, Nash empuja a Quil al suelo y comienza a tratar de ahorcarle, y pienso ¿a quién mataría? Fácil, a la novicia del distrito doce.
Ava me lanza una flecha y yo la esquivo con facilidad, la tiro al piso de la misma forma que tiré al piso al chico del distrito seis, ella cae de espaldas y yo me arrodillo justo en su espalda, primero le clavo el cuchillo en el brazo para que suelte las flechas, para después proceder a cortarle el cuello y robarle las flechas, suena el gong y corro hacia la jungla, casi soy decapitada por Marine, volteo y de nuevo están peleando menos Nash que también huyo, rezo por Moss que quedó en manos de Marine y Quil. Me escondo debajo de una palma, suspiro y agradezco a la adversidad por mantenerme viva, odio esto, no me gusta la incomodidad, quiero volver a mi lujosa y perfecta casa del distrito uno, medito un rato debajo de la palma, ligando que no aparezca ningún muto, me asusto, oigo pasos cercanos, como de alguien que estuviera corriendo, luego oigo más y más.
Me armo de valor y hasta que por fin salgo. Doy pasos vacilantes y oigo el sonido de pájaros y gritos de monos, por fin aquello suena como una selva verdadera. Luego de un rato camino hacia el norte, con las flechas de Ava y el cuchillo ensangrentado como armas, me tranquilizo y me dejo llevar por el sonido de los pájaros y de los monos, cierro los ojos. Oigo de nuevo ese terrible grito que me llena de horror, después suenan más y más, me doy cuenta de algo, no están muy lejos de mí.
Guardo el cuchillo y tomo una flecha, la adrenalina se enciende por mis venas, oigo de nuevo un grito, pero esta vez si es humano, y me llena muchísimo más de horror que el anterior, es un alarido de Moss. ¿Qué hago? ¿Correr o salvar a Moss? Me decido por la segunda opción, y corro, aunque llena de miedo, me acerco cada vez más a los gritos, se oyen de sonidos de batallas y de destripamientos, llego al lugar, un espacio abierto de la jungla, está Moss en el centro, pero está rodeado de muto-zombis que intentan matarlo, todos son los tributos muertos, pero son muchos más, todos están ensangrentados, algunos quemados y sus ojos brillan de un color amarillo. Estoy congelada, Moss está batallando contra ellos con furor, sudando y lleno de sangre, son alrededor de unos veinticinco.
— ¡Moss! –Grito, aterrada.
— ¡Cashmere, son mutos, corre, corre! –Grita el luchando contra los mutos, unos diez de ellos me miran y saltan, comienzan a perseguirme.
Comienzo a correr de inmediato, los mutos saltan y cada vez se acercan más, corro más rápido, voy rompiendo las lianas y malezas con mi cuchillo, me tropiezo algunas veces pero me levanto, debo admitir que estoy jodidamente aterrada, suena un grito desgarrador de Moss seguido de otros dos de los mutos, ha muerto, me meto por un atajo que los mutos no ven, pero sigo corriendo, siento unas inevitables ganas de llorar, Moss está muerto, me lo dijo el gong.
Un mono-muto-zombi sale de la maleza y se me tira encima, agarro el carcaj y lo golpeo repetidas veces, sus gritos aturden, el cae y yo tomo el arco y la flecha pero el agarra la flecha y la destruye, me empieza a aruñar la cara y me lanza al suelo, me suelto, procedo a matarlo con una piedra cercana machacándole la cabeza. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, está muerto.
Oigo muchos gritos de monos y mutos zombis, corro, esta vez más rápido, los pájaros también son mutos y se me acercan para pellizcarme la cara, yo me los saco y mi velocidad les impide hacer de mucho, suena otro gong, miro al cielo estrellado de la noche, se proyecta una cara, es Quil, el único de todos los tributos que sonríe en su foto, su sonrisa es perspicaz y carismática y su cabello ondulado tiene una forma muy atractiva, siento pena por el, de nuevo siento que los mutos me persiguen, volteo y hay unos cuatro persiguiéndome, corro más y recuerdo a Quil y Moss, volteo y no veo a los zombis, me detengo a llorar, por ellos, amigos incondicionales, las ganas son incontrolables y luego de unos diez segundos emprendo la carrera de nuevo. Caigo y rodo por una colina, termino llena de tierra.
Me levanto y estoy sorprendida de a donde he llegado, estoy en el campo abierto a la derecha de la Cornucopia quemada y destruida. Justo a mi lado hay un hueco excavado, luego otro, otro, y otro, son minas en forma de medialuna, recuerdo que Nash dijo que las había puesto, me voy justo por la franja derecha para no pisarlas y llego a la Cornucopia destruida pero todavía en pie, con dificultad muevo la mesa de las armas y la pongo taponeando la entrada de la misma, recojo algunas flechas quemadas pero que todavía sirven y me pongo en posición de ataque, cada vez presiento y oigo que los mutos se acercan, el sonido y los gritos se vuelven más fuertes y atemorizantes, sudo. Pasan unos segundos y de la nada todo se calla, como si los dirigiera el directo de una orquesta, me tranquilizo un poco pero a la vez me da más miedo. Minutos de terror, me limpio el sudor de la cara y mis heridas y rasguños comienzan a arder, bajo la luz de la luna una niebla blanca se empieza a dibujar, eso es peor, no podré ver quien se acerca. Alguien atraviesa el campo abierto rápidamente, trato de dispararle pero no alcanzo si quiera a poner la flecha en el arco, vuelve a correr rápidamente de un lado a otro, no es un zombi, es Nash.
Nash se acerca con velocidad y se lanza por encima de la mesa y queda justo en frente mío, apunto mi arco y mi flecha en su ojo, el sólo levanta las manos, no está herido ni sucio, pero no confío en el.
— Cashmere, tranquila, no te haré daño –Me dice el.
— ¿Cómo lo sé? Ya no somos aliados y puedo matarte si quiero –Le digo.
— Oye, una terrible horda de zombis se aproxima para comernos los sesos.
— No son zombis, son mutos, ¿acaso todavía ves las películas del años dos mil?
— ¡Como sea! Es tan cerca, y debemos estar unidos, confía en mí –Me baja el arco y la flecha ligeramente y lo miro a través de sus ojos oscuros. Nash es confiable.
Hay un silencio entre ambos y estrechamos las manos pacíficamente, oímos el grito de un muto que dura casi un minuto, estoy demasiado asustada y mis manos sudan, posiblemente mi precisión falle. Nash me da unas flechas llenas de pólvora y yo dudo de ellas pero las cambio, mientras que cambio de carcaj logro distinguir los ojos amarillos brillantes de los mutos zombis y empieza a oler a carne quemada, los mutos corren rápidamente, acompañados de monos y pájaros también zombis, los monos son iguales al que me atacó anteriormente.
— Las minas nos ayudarán y matarán algunos, debemos deshacernos de los que queden vivos –Me ordena Nash con tono autoritario.
Algunos zombis pisan las minas y vuelan por los aires despedazados, comienzo a disparar mis flechas de pólvora a los zombis y también explotan, Nash hace lo mismo. Manos, brazos y ojos vuelan por los aires, la escena es terrorífica. Al parecer tenemos el control de todo, sin embargo cada vez comienza a aparecer más y más, son demasiados mutos para ser los de los veintiún tributos muertos, el Capitolio creo más y estos llevan la ropa que usamos nosotros los tributos, mis flechas con pólvora se acaban y me volteo en busca de más pero me doy cuenta de que algo está rompiendo la corteza derecha de la Cornucopia, salen tres manos de allí. Los mutos se estaban metiendo por un costado.
De la pared entran tres mutos, yo saco mi cuchillo y le corto el cuello al que va en la delantera, quedo salpicada en su sangre y comienzo a batallar contra el segundo que es más grande y fuerte que el anterior, lo miro a los ojos y veo que es el muto de mi amigo: Moss. Intenta ahorcarme pero yo resisto, Nash me cubre con algunas flechas pero no es suficiente, comienzo a quedarme sin respiración y a arrodillarme, oigo un sonido en el techo, tal vez son más mutos, pero no, de la entrada en forma de cuerno sale alguien con una espada y le corta el brazo al Moss muto, es Marine, con su espada comienza a cortar y matar a todos, está bastante herida y un chorro de sangre pasa por su sien y su mejilla pero aun así batalla, yo la ayudo con mi cuchillo, que no se compara con nada con la forma exótica en que mata a los mutos, como si fuera una bailarina, entran más mutos y se arremolinan a su alrededor, me apartan, trato de acercarme a ella pero me empujan otra vez, le robo una flecha con pólvora a Nash y se la clavo a un muto este explota y la onda expansiva aparta a otros dos me acerco a Marine, está tirada en el piso jadeando y demasiado herida, la arrastro hacia mi y la recuesto en mis rodillas, Nash se encarga de los otros mutos que están en pie todavía.
— ¡Marine, Marine, no te vayas ahora! –La sacudo, pero ella no responde.
Intento inútilmente de taparle sus heridas para que no se desangre pero me doy cuenta de que está convulsionando, una espuma sale de su boca y yo empiezo a llorar, yo llorando y ella convulsionando y herida, Marine sufre de epilepsia, esos ataques los sufría mi hermana, son iguales a los de ella ¿cómo era posible que el Capitolio permitiera que alguien con epilepsia participara en los juegos del hambre? El ataque epiléptico de Marine terminó con una muerte cerebral, sospecho. Y así Marine murió en los brazos de Cashmere. Lloro unos segundos y me percato que Nash ya acabó con los mutos, al último lo mata aplastándole la cabeza con un mazo quemado, su cabeza explota como si fuera una patilla.
— ¡¿Está bien, está bien?! ¡Dime por favor que está bien! –Grita pero el gong le contesta, el suspira y se sienta. —Vamos, levantémonos, seguramente se acercan más mutos.
Me levanto a duras penas y observo que el campo abierto está limpio de amenazas pero completamente destruido y lleno de cuerpos, no sé como Nash se deshizo de los pájaros. Todavía no supero la muerte de Marine, las últimas tres muertes me habían costado mucho, primero Moss, mi amigo y confidente, luego Quil, el que tuvo la molestia de sacarme unas pequeñas risitas, y Marine que murió sin que yo pudiera hacer nada. Nuestras armas son pocas y de repente una frase pasa velozmente en mi cabeza: sólo quedamos dos.
Suena otro grito zombi y efectivamente otra horda de mutos y animales muertos se acerca, Nash tenía razón.
— ¡Vamos Cashmere, nosotros podemos sobrevivir a esto, vamos, vamos! –Me dice alentándome, Nash, un gran amigo y aliado.
— Ah, Nash, muchas gracias por todo lo que has hecho, en serio, y disculpa por ser tan grosera y antipática –Le digo.
— De nada ¡pero ponte en posición de batalla! –Sonríe, emocionado por acabar con ellos.
Un nudo se me forma en la garganta al ver su sonrisa, pero sé que es lo que hay que hacer, lo último que hay que hacer. “Mejor acabemos con esto” Le digo y con lágrimas en los ojos tomo el cuchillo, observo que los mutos se acercan y sin quitar la mirada al campo de batalla, se lo clavo en el cuello sin piedad, justo en la vena yugular para que no tenga sufrimiento, comienzo a hiperventilar y a llorar, siento una sensación punzante de dolor y desde el rabillo del ojo veo después de sacarle el cuchillo como cae arrodillado y muerto, miles de bombas caen de los cielos para acabar con los mutos que se acercan, veo que por fin amanece, pero como si fuera en un flash, espero ser recibida como una reina, pero una reina que acaba de perder a muchos soldados amigos.